Una cerveza fría en un pueblo cubierto de nieve. Las yemas de mis dedos azules se complementan con la acuarela roja del pincel húmedo. La escarcha voraz disculpa el ebrio ímpetu por crear, aunque cada día fue más hierático mis ganas de luchar.
Un ensayo de teoría del arte se deshoja de
tanto leerlo al igual que el pequeño libro de poesía de Walt Whitman: "Temo
que estas realidades ilusorias se desvanezcan bajo tus pies y entre tus
manos" me susurra el aire. No hay nada más que leer en este espacio que
limita con la nada.
Miro hacia la niebla infinita que desdibuja
mis sueños de juventud. Son las nocturnas de Whistler que se revelan hirientes
de lo que se esperó de mí. Luces que
iluminaran un legado de frustraciones de un país que se regocija de sus
muertos. Estuve en la mirada de un hijo que acepta el golpe certero de su padre
para no reinar la nación de monstruos. La
cabeza ensangrentada y el abrazo al príncipe yaciente. Ilya Repin tatúa en mis retinas
mi fin complaciente.
Cara a cara con la bestia. No heredaré la tierra de los marginados, no escaparé de este pueblo
olvidado.
Me cubrirán bajo las hojas de mi bitácora.
Inerte.
He de ser así.
sonido