Cuarto día ebrio. Cuarto día
prometiéndose que ese cigarrillo será el último.
Su garganta de arena escupe una carraspera. En su piel, las llamas persisten a pesar de la nieve que muerde el norte. Un hilo de sangre escapa de su labio cuarteado; lo limpia con la lengua, áspera, como si masticara polvo.
La tormenta en Babilonia intenta lavar los cadáveres palestinos, pero la democracia falsa ya los tiñó para siempre.
Nina Simone canta muy bajo. El sonido emana de un móvil oculto en su bolsillo.
Su mano recorre la pared como un
lazarillo buscando no caer. Tiembla. Siente humedad en la espalda, en el
cabello largo, en las mejillas. Se desvanece bajo un farol de una calle
empedrada que nadie mira.
Babilonia llora a cántaros.
“¿Cuánto falta para llegar a casa?”
La pregunta resuena en su cabeza como un
eco en una caverna.
Kilómetros y kilómetros de tiempo
migrante.
Un arbusto lo envuelve como el vientre de una madre bajo escombros. Lo abraza, lo aprieta, como si esperara oír voces que llamen al sol para iluminar la vida. Se acurruca. Nina canta cada vez más bajo.
Frío frio
La nada.
Luces de colores.
Luces de colores y un brazo que lo levanta por el torso.
Gente blanca le limpian el rostro
cobrizo. Mastican palabras hispanas con torpeza. “Check out that smile, this
guy's crazy,” exclaman. Lo envuelven en una manta plateada.
Tánatos busca en sus bolsillos. Su pequeña bitácora ha desaparecido.
Sale de la ambulancia. La manta plateada
lo cubre. Pero el frío, el verdadero, está dentro.
Retoma el camino al bar.
“Si mi bitácora se va a destruir, será bajo mis términos,” grita, como si importara a alguien.
Camina hacia sus infiernos, bajo las miradas confusas de los paramédicos que no lo entienden. Para ellos, es otro homeless. Un pobre migrante del tercer mundo, otro tipo con un mal viaje. Lo dejan ir.
“Cada mañana fresca es una pequeña
juventud; cada descanso y sueño, una pequeña muerte.”
Cita a Schopenhauer en un murmullo, como si fuera oración.
Relame la sangre seca en sus labios.
Cuenta los dólares robados de la
billetera del paramédico.
El quinto día de ebriedad apenas
comienza.