Y sí, aquella vez estaba perdido en Hollywood, como ahora lo estoy en San Francisco. Y, como entonces, son los barrios olvidados los que me abren sus muros para intervenirlos. Como si las paredes también desearan gritar junto a mí..
sonido
Y sí, aquella vez estaba perdido en Hollywood, como ahora lo estoy en San Francisco. Y, como entonces, son los barrios olvidados los que me abren sus muros para intervenirlos. Como si las paredes también desearan gritar junto a mí..
sonido
Cuarto día ebrio. Cuarto día
prometiéndose que ese cigarrillo será el último.
Su garganta de arena escupe una carraspera. En su piel, las llamas persisten a pesar de la nieve que muerde el norte. Un hilo de sangre escapa de su labio cuarteado; lo limpia con la lengua, áspera, como si masticara polvo.
La tormenta en Babilonia intenta lavar los cadáveres palestinos, pero la democracia falsa ya los tiñó para siempre.
Nina Simone canta muy bajo. El sonido emana de un móvil oculto en su bolsillo.
Su mano recorre la pared como un
lazarillo buscando no caer. Tiembla. Siente humedad en la espalda, en el
cabello largo, en las mejillas. Se desvanece bajo un farol de una calle
empedrada que nadie mira.
Babilonia llora a cántaros.
“¿Cuánto falta para llegar a casa?”
La pregunta resuena en su cabeza como un
eco en una caverna.
Kilómetros y kilómetros de tiempo
migrante.
Un arbusto lo envuelve como el vientre de una madre bajo escombros. Lo abraza, lo aprieta, como si esperara oír voces que llamen al sol para iluminar la vida. Se acurruca. Nina canta cada vez más bajo.
Frío frio
La nada.
Luces de colores.
Luces de colores y un brazo que lo levanta por el torso.
Gente blanca le limpian el rostro
cobrizo. Mastican palabras hispanas con torpeza. “Check out that smile, this
guy's crazy,” exclaman. Lo envuelven en una manta plateada.
Tánatos busca en sus bolsillos. Su pequeña bitácora ha desaparecido.
Sale de la ambulancia. La manta plateada
lo cubre. Pero el frío, el verdadero, está dentro.
Retoma el camino al bar.
“Si mi bitácora se va a destruir, será bajo mis términos,” grita, como si importara a alguien.
Camina hacia sus infiernos, bajo las miradas confusas de los paramédicos que no lo entienden. Para ellos, es otro homeless. Un pobre migrante del tercer mundo, otro tipo con un mal viaje. Lo dejan ir.
“Cada mañana fresca es una pequeña
juventud; cada descanso y sueño, una pequeña muerte.”
Cita a Schopenhauer en un murmullo, como si fuera oración.
Relame la sangre seca en sus labios.
Cuenta los dólares robados de la
billetera del paramédico.
El quinto día de ebriedad apenas
comienza.
Vuelve a mostrarme la caricia de sombras
dormidas, en rojo de luz reversa de una Luna sangrante que pausadamente cubría
nuestros cuerpos, como un susurro calmo después del sexo. Recuérdame aquel
cuarto de hotel con de paneles que estallaban luminiscentes, intrusas, en
nuestra raída habitación clandestina de medianoche.
Noche de moralidad enferma, noche ebria sin
razón. Noche cualquiera.
sonido
Pasaron los años y sus luchas se disuelven en el tiempo. Es una brisa de media tarde, es caligrafía desteñida indescifrable.
Silencio.
Ha de ser así.
sonido
Una cerveza fría en un pueblo cubierto de nieve. Las yemas de mis dedos azules se complementan con la acuarela roja del pincel húmedo. La escarcha voraz disculpa el ebrio ímpetu por crear, aunque cada día fue más hierático mis ganas de luchar.
Un ensayo de teoría del arte se deshoja de
tanto leerlo al igual que el pequeño libro de poesía de Walt Whitman: "Temo
que estas realidades ilusorias se desvanezcan bajo tus pies y entre tus
manos" me susurra el aire. No hay nada más que leer en este espacio que
limita con la nada.
Miro hacia la niebla infinita que desdibuja
mis sueños de juventud. Son las nocturnas de Whistler que se revelan hirientes
de lo que se esperó de mí. Luces que
iluminaran un legado de frustraciones de un país que se regocija de sus
muertos. Estuve en la mirada de un hijo que acepta el golpe certero de su padre
para no reinar la nación de monstruos. La
cabeza ensangrentada y el abrazo al príncipe yaciente. Ilya Repin tatúa en mis retinas
mi fin complaciente.
Cara a cara con la bestia. No heredaré la tierra de los marginados, no escaparé de este pueblo
olvidado.
Me cubrirán bajo las hojas de mi bitácora.
Inerte.
He de ser así.
sonido
sonido