.
Las cicatrices en mis manos me cuentan mi propia historia cada vez que se las pido. Se niegan a ser estigmas, escupen sobre su propia cruz: Los maestros y sus golpes, los amigos y sus máscaras, dictadores y asesinos. La bomba molotov que despliega sus alas junto a un puño en alto desde la infancia.
Tantas veces deje los libros para solventar las cuentas, y fue (y aún lo es) más recurrente que mis pinceles se vistan de polvo, y las hojas se queden desnudas sin cubrirlas de versos.
Les cogen por detrás y lo que ellos hacen es correr a buscar la mantequilla. Una versión patética del imaginario de Bertolucci.
Despertarán y no se darán cuenta que se perdieron de un verso de Gonzalo Rose, un insulto al dictador entre gases lacrimógenos, una lágrima por la usencia de La Negra.
Wong Kar-Wai nunca fue proyectado ante sus ojos, no tuvieron las canillas en rojo tras un pogo, no se tomaron un ron en el jirón Quilca.
Aun cada mañana me levanto con la cabeza sangrante, y no dejo de apretar los dientes. Sé que debo de aguantar los golpes aunque (sobre todo) estos vengan después de un beso de mi hija. Que me cura cada mañana al salir de casa.
Sigo en pie.
Tantas veces deje los libros para solventar las cuentas, y fue (y aún lo es) más recurrente que mis pinceles se vistan de polvo, y las hojas se queden desnudas sin cubrirlas de versos.
Al caer he tragado (literalmente) el polvo de puños ebrios y boquitas con sabor a edulcorante. Escuchando a sus titiriteros con sus constantes: sonríe, consume, calla, adecuase.
Les cogen por detrás y lo que ellos hacen es correr a buscar la mantequilla. Una versión patética del imaginario de Bertolucci.
Despertarán y no se darán cuenta que se perdieron de un verso de Gonzalo Rose, un insulto al dictador entre gases lacrimógenos, una lágrima por la usencia de La Negra.
Wong Kar-Wai nunca fue proyectado ante sus ojos, no tuvieron las canillas en rojo tras un pogo, no se tomaron un ron en el jirón Quilca.
Aun cada mañana me levanto con la cabeza sangrante, y no dejo de apretar los dientes. Sé que debo de aguantar los golpes aunque (sobre todo) estos vengan después de un beso de mi hija. Que me cura cada mañana al salir de casa.
Sigo en pie.
Sonido
.
.
.