Una bitácora de viaje, una estación necesaria.
Proyecto a modo de espacio en que puedo sacar, con dibujos y frases, a los demonios que tengo dentro.


Edmer Montes - Ojo de Cuervo





#11 Amanecer

sábado, 31 de octubre de 2020

 



Ella fue el último ser de carne. La niña vestida con la piel del cachorro que mató el hombre y que llamaba hermano. La minúscula falla improbable en la infinita sinfonía del universo.  

La niña y el Árbol. Fueron suyos los días y las noches, las preguntas y las risas… y la lluvia. La húmeda acaricia en sus mejillas que la hacía iluminarse. “Las lágrimas del cielo traen polvo cósmico, brillos de estrellas” decía a la vez que limpiaba cada hoja metódicamente. Hablaba con cada una de ellas como si dentro estuvieran los espectros que le cantaban. 

El árbol nunca dio una flor y la niña llegó a aceptarlo con el tiempo. Sus formas y su aroma estaban en sus recuerdos que evocaban el acto que la hizo humana al arrancar la vida. Y eso la entristecía sobre manera. La usencia. 

Cada noche se arropaba con cortezas blandas y dormía oyendo canciones dentro del árbol, arrullos de mil voces al unísono como una plegaria del hijo que despide a la madre anciana. Como quien rememora besos de buenas noches y despertares jugando con cabellos entre pequeños dedos.

Esa noche la niña se dibujó una flor en la palma de la mano y se acurrucó como el día en que la encontraron. Habló con las constelaciones sobre la soledad de entender el amor, de ser la última en tener memoria de lo vivido.  Acarició para sus adentros los pétalos en cenizas, los latidos pausados. 

Durmió. 

Y el árbol perdió las voces al terminar el arrullo. El silencio recibió a las hojas que cayeron lentamente como un llanto quedo, como un susurro que cuenta la última historia del hombre. 

Mía Lía, la hija de los espectros, la madre del árbol. Aquel amanecer no volvió a despertar. 


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Pan's Labyrinth -  Lullaby



#10 Coraza

viernes, 30 de octubre de 2020


Lía Mía llora.

El cielo hace eco de sus lamentos y llueve, llueve, llueve como nunca. Despiertan los vientos y los cantos, la rojez de un sol que envuelve al horizonte de plegarias cual consuelo de las madres. Y los espectros son refugio, son cobijo para el pequeño cuerpo de la vida. La rodean.

La vorágine de mil constelaciones se alza sobre ellos retumbando recuerdos de millones de nombres, millones de amores, infinitos sueños de libertad destruidos y renacidos por el hombre. No, no había nadie más que los recuerde. Nadie quien pueda oír sobre sus historias… hasta que apareció la niña.

Nuevamente la carne.

Los espectros se juntan cual coraza para mantener encendida la flama de la nueva vida. ¿Qué los impulsa a protegerla ahora? Ellos que fueron los únicos testigos de aquel minúsculo destello que fue el hombre y su tiempo, que deambularon indiferentes sobre sus senderos de fabulosas transformaciones y destrucciones. ¿Por qué la vida nuevamente ante ellos? ¿por qué el dolor? ¿por qué sintieron dolor en esos cuerpos formados de tiempo? ¿acaso es la niña la razón misma de su existencia? 

El fuego está en su centro. “Respira, respira” escucha decir. “Seremos hogar y padre. Seremos árbol para ti”.  La niña duerme sabiéndose amada. Los espectros se unen en una sola esencia.

La niña les regaló la vida, y a la vez la muerte.  

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Zbigniew Preisner - Song for the Unification of Europe



 

#9 - Grito

jueves, 29 de octubre de 2020


Lía mía esta arrodillada frente a la flor y siente un fuego dentro que es confuso, incendiaria y placentera. Siente nostalgia por que no quiere extrañarla más, quiere cubrirse de su perfume y viajar junto a ella a todos esos mundos y galaxias que tanto le han hablado. Enseñarle palabras nuevas que contienen universos infinitos, dormir cantando bajo diferentes cielos aun vivos hasta que no pueda abrir los ojos otra vez.

Se levanta y tiene la flor arrancada entre sus dedos. Aun bella en su muerte. La acaricia. “Este es nuestro viaje” piensa. Quiere dejar todo atrás entusiasmada con el fuego que brasa sus entrañas. Pero los espectros la rodean, son testigos nuevamente de la humanidad.

La niña mira a todos lados. Siente el silencio en la piel, todos miran sus manos. La flor se viste de gris enmudeciendo los cantos de atardeceres futuros. La cobija tratando de salvar los colores y mira aterrada a los espectros. La vida se marchita y siente miedo. Llora pétalos. Tiembla.

Los espectros logran entender. Es lo humano resumido en un acto de amor. 

Mía Lía grita con una voz profunda y constante que su lamento recorrió hacia el límite mismo de lo que existe. Su llanto quiebra el tiempo y el espacio. Y la nada renace como testigo de la muerte como único fin que no ha de cambiar. Ya no hay renacimientos en estos tiempos, la extinción es inevitable.

La quietud del silencio cobija a la niña que se acurruca junto a la flor en una perfecta conjugación. Los espectros la observan inmóviles como fue al inicio de los tiempos, al inicio de la vida. Y sienten, al fin sienten lo humano de dentro de ellos.

Dolor.

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Ludovico Einaudi   Experience Extended

 

#8 - Péndulo

miércoles, 28 de octubre de 2020


Aquellos viajes largos son pasos que se repiten una y otra vez. Pulsaciones constantes que mantienen la vida que ya no quieres vivir. Aletargado en pausas de lo ya visto, lo ya vivido.

La niña siente que la tierra se escurre entre sus dedos y cuenta cada partícula de polvo en una pausa de cientos de años, en el tiempo que retrocede y se adelanta. Intuyendo un pasado perfecto que dio origen a la destrucción de la vida.

La humanidad fue un minúsculo oasis fabuloso condenada a morir al mismo tiempo de nacer. Y la comprensión de todo se dio en un chispazo que irradió de luz, otro tipo de luz, a las constelaciones. Y a lo que sintieron le dieron muchos nombres y lo transfiguraron en cuerpos y seres. Creadores y destructores que soñaron y añoraron más allá de lo que se les fue permitido. Y llego el sacrificio por lo que crían, y llego la crueldad al asumir su propia naturaleza vasta de venganzas y vergüenzas. Luego el terror y la calma. La nada en los ojos cerrados asumiendo su propia extinción.

La niña mira los vastos campos vacíos de la tierra interfecta que ya no muestran restos de la presciencia de la vida. Solo las danzas de polvo imitan formas de todo lo habitado

Quiere regresar al lugar de su nacimiento, al origen que también fue origen de la flor. Estará allí esperándola. Son polvo y fuerza. Un péndulo que se ha de detener.  

  

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Wokaliza (Dziewiate wrota)

 

#6 - Palabra

martes, 27 de octubre de 2020


 

- ¿Entonces las palabras eran pedacitos de alma? - preguntó la niña.

- Eran su propia muerte intentando no serlo -respondió el espectro-. Con ellas pretendieron descifrar el universo, ambicionaron ver más allá de lo que sus ojos nunca pudieron.

- ¿Y estas formas contienen universos?

- Si. Pero se decía que los universos cambiaban según los ojos que la mirasen.

- Pero yo no siento nada. ¿Qué está mal en mí?

- No sé qué responderte. Solo hallamos este papel que el último hombre lo tenía para sí. Nunca supimos entender ni pronunciar estas formas”

El espectro observa a Lía Mía concentrada en el pedazo de papel, y se recuerda mirando al último hombre exhalando por última vez. La existencia de la carne encerrado en un parpadeo, el aliento evaporando todo lo que pudo sentir.

La niña toca cada forma, dibuja nuevamente el recorrido de lo que nunca podrá entender. Un mapa hacia ninguna parte. Y al igual que el espectro se pregunta a que universos se refieren estas formas:

 사랑 uthando  αγάπη Liebe ፍቅር ljubavi  kärlek Սեր ịhụnanya love אהבה Aşk ආදරය amore ความรัก ভালবাসা  amour любовь حب каханне amor любов milovat സ്നേഹം amare yêu và quý cariad…


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Enigma - Return To Innocence


#5 - Ecos

lunes, 26 de octubre de 2020

 

Pregunta a los aires las voces de antaño, quiere oír los ecos que contienen memorias que viajaban arrullando amores latentes y lamentos olvidados.

Su voz es la única que habita ahora. “Déjame flotar como pestañita después del llanto. Viajar hacia el inmenso gris que suelen mirar” pide Lía Mía. Y canta una vez más y percibe su voz viajando sobre el llano.

-“Hubo quienes conquistaron los aires” dijo el espectro. Y recordó majestuosos seres navegando entre nubes. Y pequeñas plumas incendiándose por millones que cubrieron el grito de la luz para siempre.

-“¿seres como yo?” preguntó la niña.

-“si, seres como tú. Compartes sus mismos deseos de vuelo, de sueños. Y también tienen el mismo fuego musitando grandezas.”

La niña corre y siente el viento en el rostro. Hay un calor dentro de ella que la inquieta.


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Silvio Rodriguez- Rabo de nube

# 4 - Dúo

domingo, 25 de octubre de 2020


Abrió los ojos y ahí estaba. Colores redondeados como una plegaria de cara al cielo muerto. Diminuta y frágil que parece musitar futuros también de colores. Se acerca a ella y la toca con la nariz. La besa. El amor debe de oler así.

-“Es una flor” le dice el espectro. “alguna vez este mundo estuvo desbordante de ella”

-“¿yo la desperté?” pregunta. La rodea con su cuerpo y le dice madre.

El espectro le corrige.

-“No hay madre en ti. Pero ella nace a la par de tu presencia”.

¿Serán hermanas? ¿Qué tiempo este que contiene dos posibilidades irrepetibles? son un tándem de soledad, dúo que baila en un universo confundido.

Las observa en una perfecta conjugación.

Ha de dar la noticia.

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Noir Désir - Le Vent Nous Portera



 

 

#3 - Constelaciones

sábado, 24 de octubre de 2020

Frente a un sol marchito que se alista a partir, ella piensa en océanos vestidos de espuma. La mar que baila y ruge. Las historias de navegantes y criaturas gigantes hicieron destellar sus ojos Se acurruca esperando la noche.

El horizonte de tierra infértil que evaporó lágrimas esta quieta como siempre, inmutable. Sobre su espalda ella duerme y le hace añorar nuevamente el navegar en lo inmenso, en lo basto. Hoy quiere mirar otro tipo de infinitud.

La sostiene como nunca sostuvo a nadie. Su dócil respiro son olas constantes que regalan nostalgias a las constelaciones. Dejaron de preguntar a las estrellas por mundos nuevos. Ya nadie escucha sus susurros titilantes

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Vangelis - Light and Shadow


#2 - Paseo

viernes, 23 de octubre de 2020


 

Son en los paseos cuando escucha las historias de quienes fueron los seres de carne. Su bondad y su despiadada voracidad. La falla irrepetible del cosmos. Conoce la lengua de quienes lo destruyeron todo y escucha la canción anciana que habla sobre un final. ¿Es amor lo que ella siente al oír esas melodías? ¿Es dolor lo que no solo siente en la piel?

Lía Mía acaricia su segunda piel, y siente nostalgia del cachorro que llama hermano. Construye recuerdos que son abrazos fugaces. Construye sonidos de viejos mundos para poder cantarle.

Es su voz. Son dos voces. Es un coro de espectros despertando lo que fue humano.

Se toman de la mano. Reanudan la marcha.


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Christina Rosenvinge - Niña Animal

#1 - Lía Mía

jueves, 22 de octubre de 2020

 


A Mía Lía la cubrieron con la piel del cachorro que fue asesinado por el hombre. Ella tenía frío y no hay mayor cobijo que el recuerdo de la fauna amada, de la vida que se añora. Ella dormía bajo la lluvia de un octubre que se quebró.  Confundidos nos preguntábamos quien era. No hay nada humano hace milenios ¿por qué ahora?

 Nos miró a todos. Sonrió.

 - “Ella es lo que renace en lo naranja de un cielo muerto.”

- “Es la sed de una hoja en blanco.”

- “Es la noche infinita en una nota inconclusa”

- “Ella es el amor sin un templo.”

 Asentimos todos. Ha de ser así.

Somos espectros sin alma y sin tiempo, testigos de la extinción de la carne. Ahora cuidamos los primeros pasos de la nueva vida.

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Tiempo

sábado, 17 de octubre de 2020

 

El daguerrotipo tiene manchas de tiempo y lo transforma en fantasma en penumbras. Estoy olvidando su rostro. Hoy el olor de su sangre se torna añejo en mis recuerdos. Su sabor de amaneceres en lluvia y sabanas en pensiones de mala muerte tienen la ausencia como honestidad. Mi poeta que incendiaba sus cuadernos. Mi fornido amante que envejecía irremediablemente.

“Háblame de tu caminata de siglos” me decía. “déjame saborearte esta noche en un momento perenne, como un guardián del infierno que no se le permite la entrada, quien sufre la maldición de la eternidad”.

Le narré al oído la historia de nuevos mundos y esclavos en cadenas, de amores que terminaron en hogueras y cruces. De mi muerte y no muerte. Le narré de la eternidad para no despedirme de él. De su inútil intento de soplar las cenizas de su cadáver y borrar su memoria.

Me besó.  “Ya estoy listo” susurró.

Bebí de él.

Lo recuerdo por última vez en esta ciudad que fue la suya, guardo su retrato borrado en mi pecho. Ya están aquí. Escucho sus gritos y los golpes en la puerta. El llanto de las madres cuyos hijos asesiné. La turba se acerca irremediablemente como las noches en todos los reinos que cayeron, como amaneceres en mil naciones.

Esta noche su memoria morirá conmigo. Esta noche festejaran nuestras segundas muertes. Mil tiempos y segundos fugaces de siglos.

El reloj cobra un nuevo sentido. Espero la estaca en silencio.  


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Asaf Avidan - Is This It


Sagitario A

jueves, 15 de octubre de 2020

 


- “Al centro de nuestra galaxia hay un agujero negro, nosotros la orbitamos. Se llama Sagitario A” nos dice nuestra maestra

 Comenté en clase que la NASA había captado que un agujero negro se comía una estrella. Lo recordé porque esta mañana mi mamá me peinó y me puso pompones amarillos y negros a mis colas. Yo me sentía ridícula. Tengo un par de soles y agujeros negros en mi cabeza.

 - “¿nuestro sol al apagarse será un agujero negro?” pregunta mi mejor amiga.

 “Los agujeros negros representan la última fase en la evolución de enormes estrellas que fueron al menos de 10 a 15 veces más grandes que nuestro sol. Cuando las estrellas gigantes alcanzan el estado final de sus vidas estallan en enormes cataclismos llamados supernovas”

 - “¿Y cuándo pasará eso con nuestro sol profesora?” Preguntan.

 - “En unos 4.500 millones de años” responde.

 - “Pondré mi alarma entonces” grita el gracioso del aula. El salón entero ríe.  Si, es gracioso. La espera, la espera que ya no es eterna.

Recuerdo que después del recreo debemos diseccionar una rana. La mía aún está viva dentro de un recipiente, estará muerta sobre una bandeja en unas horas.  El animal no sabe que va a morir, solo pasará las horas en un trance que no logrará entender. Inmóvil. Como aquella pareja entre los fierros retorcidos dentro de su auto.

 Era mi cumpleaños número diez. Yo quería pizza y cruzaba emocionada la avenida cuando un auto me esquivó en medio de la calle. Un chillido agudo y el ruido ensordecedor al chocar contra un enorme árbol me dejó inmóvil. Un diminuto pedazo de vidrio cortó mi mejilla. Mi padre corrió hacia mí, pero pude ver por un momento el rostro de la señorita. Su boca abierta sin voz y los ojos con sangre que se cerraban lentamente. Mi padre me cubrió el rostro.

 Aun siento su enorme mano sobre mis ojos que me protegían del espanto, pero no del ruido. Escuridad, oscuridad y ese ruido seco y el bullicio ensordecedor.

  “Nuestro sol va a morir”. Pienso.

 ¿Acaso Sagitario será el bisturí que nos cercenará cuando estemos inmóviles?, ¿será el árbol que aparecerá en un lento parpadeo, mi parpadeo? Mi viaje tiene un final al igual que el tuyo. No estaré para ver la extinción de todo, pero ahora tengo la certeza que sucederá. Y saberlo me hace esbozar una sonrisa.

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David Bowie - Space Oddity

mañana

martes, 6 de octubre de 2020

 


El dijo que no mentía, que no son pastillas. “Son caramelos envueltos de sueños nada más” me dijo. Que no dormiría tanto salvo para abrazarnos en esa oscuridad que aún me da miedo. “te besaré la frente cuando abras los ojos dormilona” prometió. Quiero despertar temprano para ver a mamá. Papá me cobija y canta esa canción de cuna de cuando era bebe. ¿Querrá huevos revueltos para el desayuno? Ya sé hacerlo como niña grande. Soy una campeona como dice mamá, soy la princesa guerrera como dice papá.

La luna esta iluminando mi habitación, esta noche no saldrán monstruos. Me acurruco en los latidos de papá que se hacen más pausados, más silentes. Mañana usare escondida los zapatos de tacos de mamá.

Ya quiero ser una señorita.

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Family - Martín se ha ido para siempre



Abrazo

sábado, 3 de octubre de 2020


Tal vez sus restos bailarán cuando no lo vea, cuando me quede dormida. Las sábanas tendrán aún su olor de macho babeante por mucho tiempo, y sentiré claramente su barba ente mis piernas como en esta madrugada.  

El sol ingresa intruso por nuestra ventana como un crescendo, trasfigurando la inevitable pausa de la oscuridad. Nuestros cuerpos desnudos se aclaran y lo rojo es un grito que aún se siente caliente. Sus palpitaciones ahora son mías como yo fui suya en sus bailes y en su sangre.

Lo abrazo. “Esa es nuestra canción” me susurra, con un halo de aliento de quien se despide después del puñal en el pecho. De quien navega en esa última lágrima que deja caer.

Estoy sobre el y lo veo irse.

Él lo sabe.

Me comeré su corazón.

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Yann Tiersen - Porz Goret

El poeta

miércoles, 30 de septiembre de 2020

 



“¿y tú qué eres?” Me preguntó. Quiso preguntar quien era yo, pero ese lapsus de cambiar el “que” por el “quien” tenía un tufillo de clasismo y racismo. El joven premiado escritor frente a un joven estudiante de arte.

Era el 2000 y llegué con mi bella amiga al bar en el centro de la ciudad. El mítico Bar de la rocola antigua. En la mesa la conversación giraba entre Amores Perros, la dictadura fujimorista y mis dibujos publicados en un fanzine de izquierda. Ella era hermosa y todos se preguntaba que hacia ella conmigo (Yo aún me lo pregunto).

El viejo editor nos divertía con sus anécdotas de juventud sobre tragos y putas junto a varias leyendas de las letras peruanas. Tres estudiantes sanmarquinos festejaban cada gracia que refería a algún poeta famoso. Una bailarina aún conservaba su maquillaje con brillantinas después de su función y expresaba su amor por Gael García cada vez que podía. Mi amiga escuchaba fascinada a la fauna. Yo bebía y dibujaba en mi bitácora, ya me sabia de memoria las historias.

Fue a media noche que ingresó el joven escritor, la nueva promesa del subsuelo atormentado de quien ya olvidé su nombre. Saludó al editor, ignoró al resto y se sentó a la cabeza. Había ganado un premio importante días atrás y seguía festejando. Varios comensales voltearon a verlo, escritores y poetas autopublicados lo seguían con la mirada. Murmuraban sobre él. Los sanmarquinos se apresuraron en pedir otra ronda más. La esperada reverencia para obtener sus favores.
Yo seguía bebiendo. Con las etiquetas había transformado mi lado de la mesa en un zoológico de papel.

Mientras me encendía un cigarrillo sentí el brazo de El Premiado empujándome para sentarse entre mi amiga y yo. Me dio la espalda y se presentó ante ella a la vez que aplastaba con su botella mi pequeña grulla de papel. Tras varios confusos minutos mi amiga se levantó incomoda y se puso a mi lado. El premiado esbozó una media sonrisa y sorprendido cayó en cuenta de que ella venía conmigo. Avergonzado guardó los recortes de periódicos que llevaban su nombre. Si, tenía recortes de diversos diarios que hablaban de él cortados perfectamente y plastificados en un folder. ¿Tal vez creía que mostrarlos cual medallas serían una especie de afrodisiaco para ellas?

Se presentó sin darme la mano y puso sus diversos libros publicados sobre la mesa:
- “¿y tú qué eres?”. Preguntó
- “Un borracho”. Respondí
Todos en la mesa rieron.
- Eh… si dibujas, entonces me supongo que te llaman artista.
- No, la gente en realidad me dice que soy un borracho.
- Ah, un “artista atormentado” …todo un cliché.
- Mira a tu alrededor “premiado”. ¿Cuántos bastardos de Hemingway ves?

Me fui con mi bella amiga y le hice el amor como un toro salvaje, como quien gana una batalla o vuelve de la guerra. Sabía que él seguiría ganado premios, que su talento era innegable y que su nombre volvería a imprimirse en los periódicos. Pero esa noche la hermosa chica se fue conmigo. Esa noche tuve la respuesta perfecta.

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Atahualpa Yupanqui - El Poeta
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Punzón

sábado, 12 de septiembre de 2020



Afuera del colegio me esperaban para la pelea de rigor. Un lunes rodeado de adolescentes con resaca y niñas con tajos en las muñecas. Sabía que me darían una paliza, que no iba a ser nada limpio. No solo porque él era más alto que yo. Esa tarde trajo consigo un grupo de jóvenes para hacer de mí un cristo crucificado, y sus botas serían toda la maldita pasión.

Me presenté al medio del ruedo frente a mi contrincante que no paraba de insultarme. “Cómo te atreves a hablar con ella” reclamaba, que ella iba a ser suya y demás peroratas. El muchacho estaba furioso. “Ya me quiere muerto” pensé. Apretó con furia sus dientes y miró detrás de su hombro.  Era la señal.

 Un tipo enorme que parecía un mastodonte lo esquivó y se acercó lentamente hacia mí. Mi oponente sonrió con burla, esperaba que el líder de los matones iniciara la carnicería. Yo sudaba frío. “En lo que me he metido por mujeriego” me repetía.

Todos murmuraban. Mi oponente miraba el ruedo que nos envolvía e impaciente respiraba agitado. Miré a los ojos al mastodonte. Cuan montaña se quedó inmóvil frente a mí.

Silencio.

 Y para sorpresa de todos me abrazó con carcajadas sonoras. Me volvió el alma al cuerpo. El tipo era pareja de mi amiga de la infancia. No solo eso, fui yo quien los presentó y fungió de cupido. Para ser franco el tío me pagaba las borracheras para llevarla, así que era una sucia transacción simple. Yo era el responsable de que tuviera el sexo más salvaje de su vida. Mi amiga podía llevarte a las estrellas si realmente le gustabas, créanme. Y el mastodonte estaba perdidamente enamorado de ella.

 Para él todo esto era solo es una pelea de chiquillos así que fungió de árbitro: Una pelea limpia por una mujer. De mi parte no estaba enamorado ni nada, así que todo esto del duelo por el amor de una niña me parecía ridículo. Yo solo quería fastidiar al “rudo” del colegio enamorando a la muchacha que le gustaba, pero lo que no sabía era que él tenía amigos que eran peligrosos. Y el mastodonte realmente lo era.

 Yo escupía sangre. Tenía la pelea perdida, pero la sentía como una maldita victoria por salir vivo de allí. Prometí dejar en paz a la chica y me disculpé con el “rudo”. Al final del año terminamos siendo amigos y bebíamos con regularidad cuando nos escapábamos del colegio para ir al río con las chicas de otros salones.

 Antes de irme el mastodonte me abrazó con brusquedad y me dijo al oído “de lo que te salvaste enano” y me enseñó un punzón casero de entre su casaca. Supe que murió en un ajuste de cuentas relacionado con drogas unos años después.

“Debo de arreglarme para que mi madre no se dé cuenta” pensé. Crucé los jardines hasta el basural para que no me vieran. Un profesor se percató que limpiaba el polvo de mi uniforme escolar tras el colegio. Me miró con una mirada indiferente y siguió su camino. Ellos que te salpicaban su desidia a diario eran parte del mobiliario de la calle.

 Encendí un cigarrillo. “No extrañaré este colegio cuando me expulsen” pensé.  

Volví a casa.

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Gente De Noche - Los Mojarras