Tal vez sus restos
bailarán cuando no lo vea, cuando me quede dormida. Las sábanas tendrán aún su
olor de macho babeante por mucho tiempo, y sentiré claramente su barba ente mis
piernas como en esta madrugada.
El sol ingresa
intruso por nuestra ventana como un crescendo, trasfigurando
la inevitable pausa de la oscuridad. Nuestros cuerpos desnudos se aclaran y lo
rojo es un grito que aún se siente caliente. Sus palpitaciones ahora son mías
como yo fui suya en sus bailes y en su sangre.
Lo abrazo. “Esa es
nuestra canción” me susurra, con un halo de aliento de quien se despide después
del puñal en el pecho. De quien navega en esa última lágrima que deja caer.
Estoy sobre el y lo
veo irse.
Él lo sabe.
Me comeré su
corazón.
Yann Tiersen - Porz Goret
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