Mira hacia el vacío, murmura para sí. Enciendo un cigarrillo
y Tánatos cae en cuenta que estoy junto a él.
-“¿Buscando inspiración?” pregunto.
Sus dedos juegan con la humedad de su copa. No deja de
ver hacia la nada. Imperturbable. Pareciera que el bullicio del bar es otro
tipo de silencio para él.
Me doy cuenta de
mi torpeza y quiero disculparme, pero el comienza a decirme:
“Se expande en lo blanco. Sobre el papel, sobre el polvo.
Se expande la escarlata acuarelable. Gota de vino sepultando mi sangre.
Se expande lo blanco por mis vías, se alojan en mis
sienes pero no hacen efecto. Todo esto ya no es suficiente. Dolor infecto,
infecto dolor. Voy hacia ese vacío”.
No sé qué decirle, suele apartar a la gente de él. Por
cosas así lo admiran y lo detestan.
Se levanta y se dirige a la salida.
-“¡Tánatos, tus dibujos!” grita el barman.
-“Ella no, ella ya no me puede acompañar” responde y
desaparece entre la gente. Desaparecerá por un largo tiempo.
-“Dijo ELLA, pero hay distintos rostros de mujer
dibujados aquí” comento.
-“Ese rostro es nuevo. Un nuevo dolor… pobre tipo” me
dice el barman y vuelve a lo suyo.
Todos saben sobre sus mujeres, sus relaciones malsanas.
Todos saben sobre una tal Ofelia. Nadie la ha visto.
¿Qué te sucedió hoy Tanatos?
Esta noche dejó parte de él en este bar. En el retrato de
la mujer con la mirada triste, en las hojas revueltas, en su pincel sumergido
en una copa de vino.
sonido