Pasan los días y Ofelia no cesa en sus ofensas malsanas. Reacciones
para el imbécil arrogante, para el muchacho del ego astronómico. Un artista mítico que
en realidad es un fraude.
El bar está quieto, la bitácora con los dibujos ofensivos reposa
junto al vino adulterado en el bar de mala muerte. Tanatos piensa en la dama que la
espera en casa, en el lecho de intimidades profanas y de complicidades cotidianas
y cuestionables. Se enfrenta a la mujer que lo aleja de la cicuta con una quieta
danza, una danza sensual y triste.
Tanatos afronta un viernes a la compañera muerte. Se toma un trago con ella y conversan de lo inevitable. Conversan del día en que se
tomaran de la mano para sortear las esperanzas ajenas y cantar susurrando sobre
la libertad de la soga en el cuello, de la danza de lo ineludible.
Pide un trago.
Canta entre lágrimas.
Acepta el roce de la soga en un futuro no muy lejano.
Canta entre lágrimas.
Acepta el roce de la soga en un futuro no muy lejano.
Saborea la libertad.
Sonido