Vuelve a mostrarme la caricia de sombras
dormidas, en rojo de luz reversa de una Luna sangrante que pausadamente cubría
nuestros cuerpos, como un susurro calmo después del sexo. Recuérdame aquel
cuarto de hotel con de paneles que estallaban luminiscentes, intrusas, en
nuestra raída habitación clandestina de medianoche.
Noche de moralidad enferma, noche ebria sin
razón. Noche cualquiera.
Una cerveza fría en un
pueblo cubierto de nieve. Las yemas de mis dedos azules se complementan con la
acuarela roja del pincel húmedo. La escarcha voraz disculpa el ebrio ímpetu por
crear, aunque cada día fue más hierático mis ganas de luchar.
Un ensayo de teoría del arte se deshoja de
tanto leerlo al igual que el pequeño libro de poesía de Walt Whitman: "Temo
que estas realidades ilusorias se desvanezcan bajo tus pies y entre tus
manos" me susurra el aire. No hay nada más que leer en este espacio que
limita con la nada.
Miro hacia la niebla infinita que desdibuja
mis sueños de juventud. Son las nocturnas de Whistler que se revelan hirientes
de lo que se esperó de mí. Luces que
iluminaran un legado de frustraciones de un país que se regocija de sus
muertos. Estuve en la mirada de un hijo que acepta el golpe certero de su padre
para no reinar la nación de monstruos.La
cabeza ensangrentada y el abrazo al príncipe yaciente. Ilya Repin tatúa en mis retinas
mi fin complaciente.
Cara a cara con la bestia. No heredaré la tierra de los marginados, no escaparé de este pueblo
olvidado.
Se posó en la tierra alta la plegaria de su último aliento, de quien huye del pueblo en furia a pesar de dejar besos sinceros en cada portal, cantos de cuna bajo las ventanas inocentes. Lo puro de su amor.
Corrió, corrió con ímpetu no obstante a su cojera, apretando con fuerza el collar de mamá. ¿Me puede ver ahora? ¿Está conmigo como me prometió? se preguntó en llanto, pero sonriente en medio de su huida.
La lluvia en un monte Gólgota de un pueblo cualquiera.
Lodo muerte, hoyo sepulcro. Los inocentes yacen bajo sus pies. Ya no quiere seguir huyendo.
Abrazó el cuerpo de un ciervo muerto y le sonrió comparándose con la mueca del cadáver fresco. Se reconoció en sus facciones, en sus imperfecciones. "Nacidos para ser cazados" pensó.
Se cubrió de ramas y flores para mitigar el frío y ocultarse de la muchedumbre voraz. De los mil pies y mil brazos, de los mil rostros y mil odios.
"Fue muy pronto, amigo mío", le susurró al cadáver.
Y esperó el golpe certero, y perdonó a todos por lo que le harían.
Dia dos del grito continuo.
Dia incontable de estar ebrio y bajo tierra, bajo constelaciones furiosas que no puedo ver. Asumo que las lluvias de estrellas que caen lejos de mí, por que el sopor que siento, manifiestan que no soy dignas de ellas,
Sin embargo, incendio el mundo y no soy merecedor de un dios. Aborrecido desde mi primer suspiro hacia la cósmica poesía de luces infinitas.
No quiero su perdón. Me niego a aceptar su sacrificio.
Guardo en mis entrañas los clavos de nueve pulgadas.
Que saborean su muerte junto a la mía.
Frio es noche, como nunca.
La nada es el fin natural.
sonido
Serj Tankian - Invocations - Aurora's Dream - Live At The Soraya
En la sombra del tiempo , me sumerjo en mi propia herida. Me pregunto el porqué de los días que vienen irremediables, me cuestiono sobre las horas con profunda insistencia. Las noches de incertidumbre se sumerge en mis desvaríos , en el fulgor de la habitación vacía que recibe, intrusa, la luz tenue de la luna. Esta noche busco respuestas al misterio, en los versos que danzan entre lo efímero y lo serio. sueño... sueño..
Ella muere y me dejo llevar hacia sus infiernos. Acaricio sus cabellos que danzan entre las olas, ella acaricia la herida de mi pecho que deja un rastro de sangre en la mar.
Una bala en la frente y una placa en corazón. Tiro su cuerpo al océano y después de una plegaria me lanzo hacia la mar. Dejando a la deriva su cuerpo para sumergirme extenuado de amarla tanto, dejando en la superficie el terror del ojo rojo en medio de la frente, del puñal que se sumerge avergonzado dejando en la superficie el rastro de sangre de la herida letal que nadie llegará a ver.
Somos dos cuerpos inertes.
El océano trasciende las brasas de la náufraga quien todavía lanza plegarias a las olas. Quiere desaparecer, quiere bien morir. Sus lamentos resurgen una vez más sobre las verdes aguas con la energía de diamantes que anuncian su inminente partida.
Ella calla al canto de su corazón, se diluye entre mares implacables del tiempo.
Yo me cobijo en suspiros fugases y la llamo entre culpas expiadas.