Tánatos la observa recostada a su lado, y como nunca teme por su propia
cordura. La joven amante tiene tatuado una sentencia a la altura de sus
costillas. El acaricia sus letras, la penetra.
Tánatos cuestiona la infamia de sus noches sucias, recapitula
sus soledades en las entrañas de la ciudad en metástasis. Duda de su
autodestrucción. Lo hace por primera vez.
En estos días la pequeña libélula lo acompañó en los
abismos. Se transformó en la degradación villana de su automutilación. Es la pequeña libélula asumiendo el salto sin
alas, quien se deja caer para ser olvidada.
Ella lo acaricia, se despide. Lo bello de su rostro acentúa
la desolación de su pérdida. No habrá otra noche como esta.
El la detiene, puede leerla. Ella lo mira.
“No quiero tu fe” pronuncia. Suena en un eco cansado para
sus adentros.
“No quiero tu fe, no quiero tu mano. Deja que me cubra la
caída infinita hacia lo oscuro, hacia la nada”. Continua. “déjame caer”.
Ella será una nota desapercibida de crónica roja. El cuerpo
irreconocible de una venus mutilada. Ella cae entre monstruos que acechan esta ciudad
de mierda. Y no puede hacer nada.
¿cómo creíste salvarla, viejo?, ni tu arte mediocre, ni tus
versos pretenciosos cambiaron nada. La chica más bella que pudiste conocer hizo
que cuestionaras tu propia autodestrucción.
Al asumir su voluntario envilecimiento reconoció sus propias
motivaciones. Observó a través de los ojos de la bestia.
Tánatos deshoja su bitácora de camino al bar. Las hojas
vuelan entre autos y moho.
Pide la mesa de siempre. Dibuja.
Continúa en el abismo.
sonido
Janis Joplin Summertime
Janis Joplin Summertime
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