Una bitácora de viaje, una estación necesaria.
Proyecto a modo de espacio en que puedo sacar, con dibujos y frases, a los demonios que tengo dentro.


Edmer Montes - Ojo de Cuervo





Cicatriz

domingo, 26 de octubre de 2025

 



Un trazo que quiebra el grafito tanto como al mundo. Sombra en lo blanco, luto de quien supiera que la traición también deja una mancha imperecedera. Una figura que ya esta escrito de sombra, lo blanco violentado que ya no es paz.

Mi figura resuena sobre lo blanco y negro, suspendida desnuda entre el amor y la culpa, colgada de un rojo cansado.

Redención cubierta de sangre serena. Cicatriz de tiempo, herida tenaz.

Mi cuerpo sobre un lienzo que nadie quiere ver. Una pieza subvaluada que no responde al discurso intelectual de los nuevos tiempos. Solo una figura lacerante, quebrada por lo negro sobre lo blanco, engullida por una falsa expiación del tiempo voraz.

Me decido a la quietud, al olvido de ti.

Pero entre los fragmentos del sueño te abres paso para acariciar mi orfandad. Alcanzas el reposo de mis adentros, me engulles al amarte, y me muestras clandestino a viva voz para tus mercaderes.

El subsuelo bailando entre paredes de mármol.

No. No quiero

Fuerzo los grilletes y expío mis pecados. Me rehúso a la complacencia vil de tus intenciones.

Vuelo, vuelo mal herido hacia la sombra inmóvil del tiempo.

Me rehúso a tu temple.

Libre. Libre.

Mi trazo sangra su propia forma.


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Aún el niño está allí

sábado, 18 de octubre de 2025


 

Aun hay dentro de su pecho un púlpito resguardado en su corazón, un lecho en silencio lírico del niño en acuarela. Canta quedo para sus adentros. Tímida voz. Ópalo místico.

Nadie sospecha que aún vive acurrucado entre hojas de coca y pétalos de cantutas, olvidado por los cánticos adultos.

“Permutas la flor por el brillo efímero” reclama. Y se arrepiente.

El aún niño está allí.

Abre un camino circular que sobrepasa el rio de la frontera, la jaula fría y las cadenas en las muñecas. Se cubre de su bandera y recorre las infinitas dunas: es la hoguera de todo lo planeado, de todo lo soñado. Cenizas grises de tiempo consumido.

Teje arrugas en su piel.

Pero el niño resiste. Le llama. Le escucha.

Y entre el amasijo de lo que fue su pálpito lecho se ve puro. Y entre sus pequeñas manos una  bitácora que es cobijo.

Corre hacia él y lo abraza. “No era justo que te dañaran así” le consuela.

Las manos cuarteadas están sanas ahora.

“Volvamos a casa – le dice- “a la patria grande.”

Los pinceles resuenan en sus trazos, cubren sus canas de colores.

 “El sueño no muere, tiene la fuerza de romper las fronteras” sentencia el niño.

Van de camino a casa, aunque saben que ya no los recuerdan.

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