No, no lo sabes a pesar del viaje transcurrido. A pesar de la
cama compartida con nuestra amante en parís, no me conoces. Esta noche fluyen impasibles las tragedias que
no he elegido rodeado de libros, de ruidos, de gente bañándose en una vorágine de
hálito espeso con mascaradas de sonrisas falsas para la función patética de
sueños rotos, mutilados, trasnochados, que vuelven malheridos cada viernes a presentarse
en medio de mi pecho formado por millares de violines que gritan al tensar sus cuerdas y al tensar las mías en un alarido
constante e infinito cuyo aliento cuartea la fe que yace enterrada bajo los cuerpos
descompuestos de mis amantes salvajes. No cantas conmigo porque ignoras la
existencia de esta melodía. No cantas conmigo, porque al querer hacerlo me veo cruzando
una puerta dejándote indiferente en el sofá.
sonido
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