Una mandíbula partida por las botas de acero frontal. La ninfa de tempranas arrugas y ojeras del sexo fácil brinda por el imbécil caído. El tipo se desangra en el piso y apenas se mueve, sus dientes se incrustan en mis suelas al pasar junto a él.
Una botella ya me espera servida al fondo de la barra y el espacio seco para seguir con mis dibujos. “Que no me vuelvan a joder” pienso y me parece que saben lo que no pronuncio.
Déjenme en paz, ¿es mucho pedir?
Es media noche y dos sujetos se sientan cerca de mí y acaparan la música con sus tragos costosos. Libre mercado le dicen. Todos nos enteramos de sus conversaciones sin quererlo, de lo peculiar de su teoría del más fuerte, de sus historias de éxito. Me cegué por sus enormes pantallas pegadas a sus caras por intervalos de tiempo ridículamente largos.
Y llega lo inevitable: “que bacan, ¿cuánto me cobras para un retrato”, “tengo un primo que dibuja bien” “¿Se estudia para dibujar?”
La pólvora sigue su recorrido hacia sus dientes, lo siento en mis botas. Sus perfectos dientes volarán al amanecer. Volarán, lo predigo.
sonido
0 comentaron:
Publicar un comentario