El maquillaje corrido y las ridículas blondas de su blusa
es lo que todos notaron al verla entrar, claro que además del grito frenético
por un trago. El único lugar vacío en la barra era a mi lado y para mi mala
suerte decide tomarlo.
El brillo de su pantalla me ciega cada vez que suena la
llamada insistente. Solloza y se queja haciendo ruiditos agudos que perforan mi
tímpano. Otro que la arruinó en grande.
Sonrío. Ella se da cuenta.
-¿Qué te parece gracioso? ¿Yo?
- ¿hu?
-Imbécil…
Su móvil sigue sonando y cuelga casi al instante.
- Oye, te he pedido un pisco sour - le reclama al barman.
Con la cara seria se la prepara y se la sirve. Para su
pesar pide un ridículo sorbete que no logra encontrar. Vuelvo a sonreír y rio
para mí. No puedo evitarlo.
-¿Piensas que lo que me pasa es gracioso?
- ….
- Ustedes los hombres no hacen más que jodernos la vida. ¿Crees
que estoy aquí para divertirte? ¿Ah?, deja de molestarme y sigue con tu, con tu…
¿qué mierda haces en ese block?
Y rápidamente me quita la bitácora de las de las manos provocando
que la raye. Los ebrios, el barman y el resto de indeseables callan. Es la
primera vez que alguien dentro del bar toca mi bitácora. Me la imagino en el
piso con el cuello fracturado, me la imagino engañada una y mil veces, me la imagino
colgada de sus tripas a lo snuff. Un machista miserable de fantasías en testosterona.
Diablos, ese no soy yo.
La llamarada de mis ojos se atenúa al verla llorar con la
mirada fija en el dibujo inconcluso. Se mantiene inmóvil, solo sus labios tiemblan
en un movimiento casi imperceptible. Llora. Deja que el timbre de su móvil suene sin parar.
Todos nos miran. Mierda.
Cierra mi bitácora y me lo devuelve en silencio. Avergonzada
apaga el teléfono y se larga de aquí.
Todas las miradas la siguen al salir y cuando desaparece
éstas se posan en mí.
- Vuelvan a lo suyo-
grito y el averno sigue con sus gritos de lamento.
- Creí que la ibas a bofetear - me dice el barman
- Nunca he golpeado a una mujer – respondo.
Le doy una mirada a mi dibujo a medio hacer y noto un húmedo
círculo perfecto que se expandió en la hoja y cuyas aristas envuelven el
universo blanco. Iris cósmico, ojo del dios absoluto. Un agujero negro que me
mantiene en trance absorbiéndolo todo.
El detalle perfecto.
-¿Sabes quién era esa chica? – pregunto al barman.
-Nunca la he visto. Es de esas locas que aparecen por única
vez – me responde.
-Ya. Sírveme otro trago – le digo.
Madrugada. Un dibujo inconcluso con una raya violenta, mis
ideas homicidas y una lagrima oscura en medio del bar. Esta noche la cuidad
me mostró su mejor arte.
sonido
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