Tras la barra Carlitos me observa dibujando. Tras la
barra es testigo, desde hace mucho, de textos ebrios y malos versos. Anota en
su cuadernillo una cuenta que demoro en saldar y que disculpa mis alcoholizados
viernes. Pero la cuenta del dibujo dedicado recién pude pagarla.
Tantos años Tánatos se asomó en su bar y pintó sus
paredes, que olvidó agradecer la complicidad sincera de quien le ofrece un rincón
tranquilo para morir cada semana.
Aún con resaca llego al bar un sábado por la noche.
Carlitos se sorprende. “Estuvo ayer… que hace de nuevo aquí” parece pensar.
Pido un par de tragos y dibujo en la bitácora. La fauna de siempre también parece
extrañada. El ojo de cuervo absorbe los años idos.
Arranco la hoja,
escribo una dedicatoria y se lo regalo. Sorprendido y emocionado me ofrece otra
copa para agradecerme el dibujo. “Hoy no, gracias” le respondo. Carlitos sonríe
y pone la canción que me estruja las entrañas. La canción que el ebrio pide a
gritos antes de partir.
Vuelvo a casa.
Cuenta saldada.
sonido
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