Sorbo tras sorbo me acompaña la botella que me habla en un idioma torpe,con una voz ronca de las cloacas de esta ciudad rota, como si todavía quedara algo por celebrar en este desastre.
Ella saborea su perfume de humo barato y aguja en el brazo esquelético: en su carne que no siente frío ni miedo. En su carne de calles de cuerpos perdidos, de fantasmas de fentanilo
que se arrastran buscando un milagro en las grietas del pavimento.
Dibujo como si pudiera salvarme los trazos absurdos de mi bitácora. Lo se: no hay redención en el cuarto barato que canta junto al eco de mis pasos ebrios.
Tengo la certeza de que la soledad es la mujer más fiel de mi vida.
sonido
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