Detrás, la calle húmeda burlándose de las mujeres que me amaron, atrás los libros malgastados sobre la vereda cubierta de jóvenes del ron barato. Una rosa y un trago, sobre la mesa el poema que Ofelia se negó a escribir. Madrugada en las fieras calles de lima, en el centro del ojo del animal degollado.
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