Una bitácora de viaje, una estación necesaria.
Proyecto a modo de espacio en que puedo sacar, con dibujos y frases, a los demonios que tengo dentro.


Edmer Montes - Ojo de Cuervo





Desierto

martes, 1 de marzo de 2016




En medio del vasto manto de arena, donde el viento casi cubrió mi cuerpo, la silueta hirviente de un niño y su rosa acechan mi figura. 
A la infiel la lleva consigo, la rosa; por ella se transformó en árbol, por ella destruyó su nido. Impunido, ido. En su penitente viaje mastica sus miasmas de niño prodigio.
“Oímos de un principito que llegó de un meteorito” me dice el niño, “oímos de su menudo cadáver olvidado en un desierto impío.
No se inmutan aunque la arena inexorablemente me devora, aunque en una burda sequía  el desierto evapora las lágrimas de quienes me amaron algún día.
No se inmutan y sentencian: “Tus ojos están vacíos, tú no eres ese principito”, y se alejan y se desvanecen en los vapores inútiles de lo que alguna vez fui, en los recuerdos de todo lo que perdí.
Me reconozco en su vano viaje, de la amada errante y el falso equipaje.
Fui un espejismo en los días tristes de un pequeño cristo,  que enterrado acariciaba entre sus dedos una rosa marchita de canto triste, la del canto que antecede al silencio infinito.

 sonido

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