MACABRO
12
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Lleva a cuestas a la virgen embarazada que respira fuego,
la que vale más que mil púas bajo sus pies. La reina madre de octágonos dulces
y aguijones serviles no le habla, no se inmuta. Ni por su vida que se extingue,
ni por sus clamores disipados.
Premiosa lleva la carga. “Humíllate- piensa- es mi culpa, mi
culpa”.
Ciega del profundo blanco, cielo cegador detrás de sus
pupilas que prometen paraísos. Su fe.
“El mesías viene pronto - exclama la soberana - humillarás ante el sol con cabellos de oro, mártir
de la raza harapienta”.
Los cerdos se regocijan entre monedas y mugre, vitorean al
paso de la madre de su salvador que solemne se pierde entre el moho, ajena a
los dolores y esperanzas de quien la sirve.
El rezo de la penitente interrumpe sus miserias.
“Nunca veras al niño –sentencia- no eres digna”.
sonido
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