Me abro paso en medio de las siluetas que pausadamente se
mueven entre el fuego negro. Aquel que tortura, pero no consume. Permanecen sobre mí los anillos infinitos que
hace mucho dejaron de ser siete. Me hallo en el cimiento del inframundo donde
se apagan lentamente, entre una tenue luz, las voces tristes de coral.
Me abro paso y él está allí. Exánime, petrificado. Dejó caer
el gris de su piel sobre sus manos.
Dejó de auscultar la vida en lo blando de sus senos.
Las voces callan, no hay lamento más desgarrador que el
sollozo del amor finalmente desvanecido.
Dante.
Las puertas se asumen selladas. No hay guía hacia las
esferas celestiales.
Beatrice yace entre sus brazos por segunda vez.
sonido
Handel - Sarabande
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